Relato de sexo: Mi prima me folló

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El siguiente relato puede impresionarte mucho, pero aunque sea difícil de creer, es tal como ocurrió. Tuve sexo con mi prima.

El viaje se me hizo largo hasta la casa de mi prima en Suiza. Ella se crio conmigo en el pueblo de toda la vida, pero años más tarde mis tíos decidieron emigrar “por un nivel de vida mejor”, decían. Acto que me dejó triste en cierto modo, pues con mi prima éramos muy apegados, bastante apegados diría para acercarme más a la realidad…

Mi prima y yo en la adolescencia

Cuando éramos adolescentes (entre los doce-trece años tendríamos), mis padres se tuvieron que ir a Países Bajos por temas laborales, y pues, me tocó quedarme en casa de mi prima.

Aquellos días eran como unas mini vacaciones en buena compañía. Mi prima y yo siempre estábamos juntos, pero cuando me quedaba en su casa podía dormir en su misma cama, ya que sus padres no tenían otro lugar adecuado para dejarme, y como éramos primos, no le dieron más importancia al tema.

Y de eso me valía yo para pasar aquellas respetuosas pero maravillosas noches junto a mi bella prima Miki, de ojos claros y cabellos de color azabache. En aquel entonces jamás creí que un día en el futuro llegaría a tener sexo con mi prima.

Nuestra conexión siempre había sido estupenda. Nos gustaban los videojuegos más que a un tonto un lápiz; nos picábamos en todo tipo de ellos. También salíamos al parque y jugábamos con el balón, o a la pista de pádel a echar unos peloteos.

Pero siempre que yo iba a la playa, el 90% de las veces tenía que ser con mi prima Miki. De verdad, en esos momentos deleitaba mi vista como solo Dios sabe, siempre de forma inocente, claro, a pesar de que aún éramos recientes adolescentes y nuestros cuerpos no estaban tan desarrollados. Aun así, siempre me pareció una sirena de cuento de hadas.

Nuestra oportunidad a solas

Un frenazo en seco me sacó de mis ensoñaciones con mi prima. Hacía cinco años que no la veía, casi habíamos perdido el contacto en todo ese tiempo. Pero en aquel día volvería a ver a mi idilio adolescente, mi pequeña prima Miki, ahora mayor de edad.

—Ya hemos llegado, baja tu maleta —me dijo mi madre, que casi no esperó ni a que frenara el coche para dar órdenes.

Obedecí mientras mi padre tocaba el claxon para hacer saber que ya estábamos allí.

El reencontrarnos todos estuvo bien, pero mi mente solo pensaba en mi prima. Así que cuando salió, el primer abrazo fue para Miki. Mi prima había crecido mucho, parecía tener unas anchas caderas muy sexys, pero con el abrigo que llevaba no podía ver exactamente cuánto más había crecido… Sin embargo conservaba aquellos ojos celeste-esmeralda brillantes, su piel de tez pálida y sus cabellos lacios de color azabache.

Una vez instalados en su casa, mis padres, sus padres y nosotros mismos estábamos con café o té en las manos, charlando sobre las cosas más relevantes que pudo habernos pasado en estos cinco años que ellos llevaban viviendo en la fría y montañosa Suiza.

Hasta que la tarde fue cayendo y la luz del sol iba dejando paso a la luz artificial. Entonces, nuestros padres decidieron que sería buena idea ir de cena todos juntos.

—Estoy un poco cansada del entrenamiento de hoy, y casi no he dormido con las clases de piano… —dijo Miki tras un pequeño suspiro de agotamiento— Será mejor que yo me quede en casa. Id vosotros esta vez, mañana estaré más entera, seguro.
—Hija, no vas a quedarte aquí sola mientras nosotros salimos —le insistió su madre.
—Yo me quedaré a hacerle compañía —me apresuré a salir al paso.

Entonces hubo un pequeño silencio y miradas de su madre a ella y a mí, para finalmente sonreír…

—Está bien. Cualquier cosa, llamáis. ¿De acuerdo? —concluyó su madre.
—Sí, mamá. No te preocupes. Comeremos el arroz que hay en la nevera.

Las tetas de mi prima

Al fin, la puerta se cerró con mi prima Miki y yo habiendo despedido a los “viejos”. Parecíamos dos pasmarotes ahí hombro con hombro mirando la puerta. Pero fue entonces cuando ella me cogió un brazo con los suyos y se me quedó mirando con una sonrisa algo pícara. Yo la miré, adoptando una sonrisa similar.

—No estás cansada, ¿verdad? —ella no contestó, solo siguió en la misma postura, sonriéndome y mirándome a los ojos —¿No te apetecía ir de cena?
—No, ya tenemos comida aquí. Y ya hemos perdido cinco años, mi «pequeño grumete».
—¿»Pequeño»? Te saco una cabeza, Miki… ¡Una cabeza y media, diría! — y luego ella estalló en una risotada que no duró mucho.
—Pero sigues teniendo la cabeza dura, pequeño grumete —me espetó tocándome la cabeza con los nudillos como si fuera una puerta, mientras me llevaba del brazo.
—¿A dónde vamos? —pregunté.
—Vamos a jugar al Zelda, o al Final Fantasy… ¿Cuál prefieres? ¿O ya no te gustan los videojuegos, señor “viejoven”?

Por un momento fruncí el ceño, y ella volvió a reírse de mí. Pero al fin llegamos a su habitación, donde me sentó en su sofá enfrente de su pequeño televisor.

—A ti te encantaba el Metal Gear, ¿verdad cabeza dura? —me preguntó con simpatía.
—Sí, lo jugué hace años.
—Bien, tengo por aquí la bandana que pedí por internet al saber que venías. Ten, toma, a ver cómo te queda

Obedecí sin más. No sabía bien qué se traía entre manos, pero era mi prima Miki, mi hermosa prima de la infancia, ¿quién le iba a negar nada? Así que me puse la bandana como la que Solid Snake llevaba en el videojuego. Pero en lugar de dejármela en la frente, mi prima se acercó para bajármela hasta cubrirme los ojos.

—Creo que así no la llevaba, ¿eh, Miki? —me mostré confuso.
—¿No? Vaya, qué error el mío.

Me volví a subir la bandana a la frente. Pero mi prima, sonriendo con su característica sonrisa picarona, volvió a bajármela hasta taparme de nuevo la vista.

—¿Qué haces, Miki?
—No lo sé, dímelo tú.
—No lo sé, pero creo estar bastante seguro de que Solid Snake… —pero no me dejó terminar, me puso un dedo en la boca para que me callara.

—Primo… —su voz bajó casi a los susurros— ¿Recuerdas cuando éramos adolescentes? Jamás olvido esos momentos de mi vida.
—Sí, cla… —de nuevo no me dejó hablar, poniendo su dedo en mi boca.
—¿Voy a tener que comprar otra bandana para tu boca, primo? —su voz me volvió loco, suave y melodiosa, tranquila y susurrante… se había convertido en una seductora. Y mi pene comenzaba a tener consciencia de ello…
—Primo… ¿recuerdas cuándo éramos adolescentes? —volvió a decir, mientras una musiquita de fondo sonaba ahora para ambientar sus palabras —Nos encantaba jugar con pelotas de pádel, de fútbol, incluso alguna vez nos atrevimos con las de rugby en la playa…

Se hizo un leve silencio. Yo no dije nada mientras trataba de evitar que mi pene endureciera. De momento, aunque estaba jodida la cosa, estaba consiguiendo ganarle el pulso a mi instinto más básico.

Pero de pronto noté cómo el sofá se hundió a mi lado, y el olor de mi prima me vino de súbito al olfato.

—Sabes cómo es el tacto de una pelota de tenis, o pádel, como tú prefieras —prosigió mi prima—; cómo es el tacto de las pelotas de fútbol, de rugby Pero ¿alguna vez… primo…? —su aliento me estaba llegando al cuello, notaba cómo me estaba hablando como si mi oído estuviera allí en vez de unos centímetros más arriba… mi pecho estaba conteniendo una respiración más profunda de lo habitual, y ligeramente más agitada. Tragué saliva varias veces, mientras mi pene casi me estaba ganando ya la batalla de la erección— ¿alguna vez… has tenido entre tus manos el tacto de algo así?

Mi prima me cogió de las muñecas y guio mis manos hasta dos promontorios suaves, enormes, con dos pequeños promontorios más dentro de sus grandes promontorios… Tragué saliva. Mi pene ya no se pudo contener más y elevó mi pantalón. A ella se le escapó una risita traviesa. Volví a tragar saliva, y mi frente comenzaba a perlarse de sudor frío.

Ella se acercó a mi oído esta vez:

—¿Te has vuelto tímido con la edad, primo? Venga, aprieta a tu prima… masajéala. Recuerda que hoy está cansadita de las clases de piano y de hacer mucho deporte —puso voz de queja fingida —Venga, pequeño cabeza dura… ¡Oh, vaya, ahora eres el doble de cabeza dura, primo!—volvió a reír burlona refiriéndose a la cabeza de mi pene.

Yo comencé a hacer lo que me decía y masajeé sus enormes pechos, que no me cabían en las palmas de mis manos. Aquello no era normal. Mi prima apenas medía más del metro sesenta, pero sus pechos podrían ser más grandes que ella misma.

Mientras masajeaba las tetas de mi prima, yo estaba alucinando. Su tetas eran suaves, muy agradables al tacto, y el olor que desprendía mi prima… ¡Ufff! Mi mente comenzaba a divagar junto a mi sentido del olfato y mi tacto. Estaba siendo atraído por los mundos de los cuentos de hadas que había creado mi prima Miki para mí.

—No te contengas, primo. Estas pelotas son reales, dos buenos balones para que disfrutemos juntos como hacíamos de adolescentes. Pero ahora… disfrutaremos mucho más que entonces. Ahora, vas a saber lo que es tu prima de Suiza. No me decepciones, cabeza dura, oh, y tú tampoco, mi otra cabecita dura.

Una mano suya la sentí apoyarse en mi erecto pene desde que posé las mías en sus enormes pechos de piel suave y de agarre duro. Eran los pechos más increíbles con los que un hombre cabría soñar. Pero ahora esos sueños estaban entre mis manos, cumpliéndose ante mi estupefacción. Y yo que creía que a mí no me pasaban estas cosas…

—¿Estás aquí, primo? ¿Estás con tu primita adorable y tierna que no rompe ni un plato? —su voz resonó en mi oído como melodía celestial; suave, delicada, y muuuy morbosa.
—S-sí, cla-claro, prima… —el placer me hacía hablar entrecortado.
—Ohhh, qué tierno, mi primito.

Mi sexy prima Miki comenzó a desabrochar mi pantalón mientras mi corazón se desbocaba. Me tiró hacia el respaldo del sofá y tiró luego de mi pantalón para sacármelo de encima. Mi pene ya solo se escondía firme tras mis calzoncillos amarillos, los cuales dejaban entrever todo el contorno ante ella.

No veía la cara de mi prima, y en aquel instante ya no la estaba tocando, pero sí que podía oler su aroma y oír su siempre susurrante y armoniosa voz. Y pronto añadiría algo más, que eran sus dos manos masajeando mis calzoncillos, justo por donde abultaban más… y si no fuera porque tenía mis ojos atrapados, los habría cerrado del placer. Pero lo que no pude contener, es un suspiro de gozo.

Mis manos las tenía apoyadas encima del sofá, y a medida que mi dulce prima masajeaba, más cerraba los puños en la colcha que cubría el mismo. Tanto así, que creo que rompería en mis puños aquella tela si mi prima seguía masajeándome el pene de aquella manera, pues ya comenzaba a introducir una de sus manos dentro de mis calzoncillos, mientras con la otra sujetaba mis testículos por la base en su palma, y con la yema de sus dedos de la mano de afuera, mi prima tocaba la parte que está entre el ano y los mismos huevos, dando pequeños masajes eróticos.

Mi prima estaba siendo muy mala, primero engañando a sus padres, y segundo… de tenerme a mí bajo su total control. Pero, claro, ¿quién se queja? Es de mala educación contrariar a una dama, y más si esa dama era una como mi prima Miki.

Miki tiró de mi camiseta con una fuerza inusitada, me puso en pie y me quitó los calzoncillos; también la camiseta. Estaba completamente desnudo ante mi prima. Solo me quedaba la bandana, pero no me atreví a mover un solo músculo para quitármela. Ella me había ordenado que me la pusiera, y allí puesta iba a estar hasta que ella quisiera. Esa mujer se había vuelto muy persuasiva, y no sería yo quien le llevara la contraria.

—Primo… —me dijo acercando su pequeño cuerpo y sus protuberantes pechos desnudos a mi torso. Sus manos fueron directas a mi miembro viril, mientras que su voz me llegó directa al oído, susurrante, deliciosa, inevitablemente atrayente… —¿estás cómodo con tu prima?
—Sí, sí, claro… Claro que sí, prima. Por supuesto que sí —¿qué iba a decir?
—Podemos dejarlo si quieres… estarás cansado del viaje, lo entendería… —ella sólo buscaba mi aprobación para seguir portándose atrevida.
—¡N-no prima, estoy bien, de verdad! No estoy cansado, ni nada, en serio, estoy bien, de verdad.
—¿De verdad, primo? Mira que no quiero ser causante de tu malestar —insistió para sentirse segura.
—No, para nada, prima. En serio, estoy bien… —¿malestar? ¿En serio? ¿Quién podría tener malestar en esta situación? Tener sexo con mi prima es viajar al paraíso en primera clase.
—Está bien, cariño —aceptó gozosa mi querida Miki.

Sus manos no dejaban nunca de acariciar mis testículos, ni de recorrer con sus dedos el largo de mi pene desnudo, mi pene erecto a más no poder, que si lo llega a estar más tendría peligro de estallar como un volcán. De alguna forma, Miki sabía mantener mi pene así, más duro que una roca. ¿Y yo? Encantado de la vida con mi adorable prima.

El hechizo erótico de mi prima

Aún con la bandana en mis ojos, yo no podía ver nada. Noté que de pronto se alejó y dejé de sentir el tacto de sus dulces manos, de sus picantes pechos; y dejé de oír su acaramelada vocecita de pequeña hada traviesa.

—¿Prima? —reclamé su presencia.
—Shhh… No digas nada —la sentí a pocos metros, ella seguía en la habitación.

Sonó ahora una melodía musical suave, casi como sus susurros. Una tonada sensual, acorde con la situación. Aquello se ponía cada vez mejor, su música me ayudó aún más a entonarme y fundirme mejor en el momento.

—Ahora, primo, relájate y déjate llevar. Que la melodía se vaya metiendo por tus venas mientras tú te metes en tu prima con ardor.

Mi pecho volvió a desbocarse, ella me quitó la bandana… y entonces mi pecho quería estallar.

Mi prima estaba totalmente desnuda delante de mí, mirándome a los ojos y mordiéndose el labio inferior en ardiente deseo de mí. Tragué saliva, y mis manos caídas a mis costados comenzaban a temblar… me puse muy nervioso. La luz de la habitación estaba en un tono liláceo, casi a oscuras. Ella iba perlada de puntos diminutos de alguna pintura que se veía solo en luz ultravioleta.

Entonces comprendí por qué mi prima me mantuvo con los ojos tapados. Todo estaba siendo preparado para su encantamiento y yo estaba cayendo bajo su hechizo Mi brujita me quería para realizar con ella el acto carnal.

—Respira, primo, solo respira —me agarró las manos, las puso en sus pechos y, después de sonreírme de forma pícara, me besó en los labios poniéndose de puntillas.

Luego me tiró sobre su cama. Con un edredón gordito y suave, tan delicado como su piel y violeta como el ambiente que aquella diosa que tenía por prima había creado para complacerme.

Aquel era el mejor momento de mi vida, no quería que aquello acabara jamás. Era totalmente sumiso de mi prima.

Me dejó allí tirado con medio cuerpo boca arriba en su cama, y mis piernas colgando. Ella se empezó a marcar un baile erótico ante mí. Entonces era yo quien se mordía el labio. Mi prima bailaba lentamente mientras cerraba los ojos, sintiendo cada nota musical en su ser y dejándomela sentir a mí con sus movimientos.

Suspiré, me volví loco de amor por aquella mujer. Era mi prima, pero yo me habría casado con ella allí mismo si ella me lo hubiese pedido. En aquel momento, y aun hoy lo juro por todos los dioses que existan, que no le podría haber negado nada a mi prima. Su baile marcaba mi vida entonces, su baile aún marca mi vida hoy, y su baile marcará mi vida por siempre

Suspiraba una y otra vez ante aquellos lentos movimientos ricos y sensuales que estaban haciéndose realidad tan solo para mí. La silueta de mi prima era increíble, como si los artistas griegos la hubieran esculpido en piedra para deleite de sus dioses en la antigüedad. Sus cabellos parecían ríos de chocolate negro fundido cayendo sobre algún postre recién hecho. Sus ojos, cuando me los dejaba apreciar, eran dos linternas con un filtro esmeralda. Su piel marmórea, como las propias estatuas griegas. Y unas medidas corporales que explotarían la cabeza a cualquier hombre heterosexual, cualquier cabeza…

El tono de la música estaba comenzando a acelerar lentamente. Ya tenía ganas de volver a tocar a mi prima, rozarme con ella. Pero cuando me reincorporé y tuve la intención de levantarme de la cama ella alzó un dedo en señal reprobatoria… Dijo que «no» con el dedo, y con el mismo dedo me señaló de nuevo la cama. Y allí, obediente como yo era, me volví a sentar.

Ella siguió su baile. La música volvió a subir el ritmo, ella tomó postura twerking y comenzó el espectáculo de aquel baile extremadamente sensual… Yo mojaba mis labios con mi lengua, mientras exhalaba pequeños suspiros de deseo por aquella mujer.

Mi prima lo hacía todo como a mí me gustaba. Y después de varios minutos, sudada como estaba, pues incluso en luz ultravioleta se notaba su esfuerzo divino, la música paró, y ella también…

A menos de medio metro de mí, casi podía tocar su cuerpo desnudo, tan cerca, que casi podía oler su vagina… tan cerca, que casi podía ser el hombre más afortunado de los infinitos mundos del jodido multiverso o de lo que coño exista allá afuera. La verdad, me daba igual. Me daba exactamente igual lo que existiera allá fuera, pues a mí solo me interesaba lo que estaba pasando en aquella habitación.

Se acercó del todo y se arrodilló sobre el borde de la cama, quedando sus piernas a cada lado de mi cintura, quedando yo en medio de ambas, y en frente de aquella delicia humana que todo hombre desea. Ella me miró a los ojos…

—Come…

Mis ojos se posaron como un rayo en su órgano femenino más íntimo. Y en menos tiempo aún, mi boca se llenó de su carnosa conchita. No me dio tiempo ni a pensar, ni a respirar… tan solo me dio tiempo a disfrutar de aquella ambrosía.

Comencé a comer sus vulvas, succionándolas mientras acariciaba su clítoris con mi lengua al mismo tiempo. Luego metí mis labios dentro de los suyos… ese rico sabor me embriagó el alma y todos los sentidos. El olor más profundo y característico de mi angelical prima.

Lamí su clítoris, primero lento y después tan rápido que la punta de mi lengua parecía haber recibido un rayo que la mantuvo electrocutada varios minutos.

Mi prima gemía del placer, por fin era yo quien la hacía disfrutar a ella por mi propia cuenta. Ella se lo merecía, así que di todo lo mejor de mí. Y a juzgar por sus gemidos, y de cómo se contoneaba, lo estaba haciendo muy bien.

Al rato, ella se apartó. Estaba muy mojada. Se puso de pie, se miró la vagina, se pasó los dedos y se los lamió seductora mirándome a los ojos. Se metió dos dedos en la boca. Luego los sacó y con tres dedos volvió a recoger fluidos vaginales, y se metió los tres mismos dedos también en la boca. Yo comencé a masajearme el pene ante las ganas de follarme a mi prima.

Ella sonreía, pícara, malvada, sabía perfectamente las ganas que yo tenía de dar el paso definitivo, ya no podía aguantarme más. Y ella lo sabía y jugaba conmigo. Así que, se restregaba el mismo fluido por sus pechos, su abdomen, su cara… mientras bailaba de nuevo aquella música lenta que parecía haberse quedado grabada en nuestra mente.

Aquella mujer lo tenía todo calculado al milímetro. Era una profesional, una experta.

Mi prima me folló

Me miró de reojo y me sonrió. Y en el mismo baile, se acercó a mí, se sentó sobre mí, con sus rodillas apoyadas donde antes estaban sus pies.

—¿Qué te apetece… primo? —me preguntó mientras aplastó mi polla con su vagina al sentarse.

¿Qué me apetecía hacer? ¿Qué pregunta era esa? Agarré su cara con mis manos para acercarla a la mía con intención de besarla. Pero me hizo «la cobra», zafándose de mis manos.

—Te he preguntado «qué te apetece»… no que hagas nada —me sermoneó con picardía.

Se puso de pie allí mismo, subida en el borde de la cama, con su vagina tan pegada a mi cara que no pude dejar de mirarla. ¡Y se puso a bailar a medio palmo de mi cara! Se agarró a mi cabeza con sus dedos entrelazados con mi pelo. A veces dolía, pero… ¿quién decía nada? Realmente mis sentimientos estaban más en otras tantas partes, que el dolor no tenía cabida.

De tanto en tanto me daba suaves golpes en la boca con las vulvas mientras bailaba. Otras veces me las restregaba por los cachetes, la boca, la frente… era una loba en su terreno, y yo solo parecía un manso corderito.

Comencé a acariciar sus tobillos, y ella no me dijo nada, así que aproveché y seguí por sus pantorrillas. Ella seguía bailándome en la cara sin decirme que no, por lo que seguí hasta su culo, y lo estrujé entre mis manos. La miré, por si las dudas, y ella me sonrió, así que seguí gozando con su blando y carnoso culo entre mis manos mientras mi cara la gozaba con su vagina, una y otra vez.

—¿Te gusta, primo?
—Sí, prima Mucho. Me gusta mucho. ¡Muchísimo!
—Bien, me alegra —dijo entre gemidos.

Entonces mi prima Miki volvió a sentarse sobre mí, y esta vez sí me besó. Me fue empujando hasta más arriba de la cama, así que pude apoyar mi cabeza en la almohada mientras ella volvía a acomodarse encima de mí, besándome.

Me besaba mientras mi prima rozaba su vagina con mi pene una y otra vez. Me lo dejó húmedo con su propio fluido. ¡Y me logró meter la polla dentro de ella sin tocarla con las manos! Era bestial. Aquella mujer era una puta locura.

Mi prima Miki me estaba haciendo el amor. Ella siguió su movimiento, ahora con mi pene “mágicamente” dentro de ella. Yo dejé de responder sus besos por instantes… pues no pude reprimir mi bienestar, mi placentera cara lo decía todo. Mis suspiros se convirtieron en jadeos. Así que ella, para no perder comba, lamió mis labios, mi nariz, mi cara entera. Tenía la lengua bien húmeda, y tan larga que casi parecían dedos.

Ante todo aquel escenario de máximo placer, yo no pude aguantar mucho más, y por respeto tenía que avisarle…

—¡Prima!…
—¡Shhh! ¡Sigue!… —ella gemía de placer.
—¡Pero…!
—¡Que sigas, primo! —me interrumpió, borracha de gozo.
—Prima… me voy a correr… —le avisé, ya casi sin fuerzas para controlarme.
—Sigue… —me insistió sin dejar de follarme.
—¿En serio? ¿Dentro?

Mi prima me miró a los ojos y, con un cariño y generosidad que jamás he podido olvidar, me brindó la respuesta que todo hombre desea escuchar:

—Dentro.

Entonces mi primita me folló más rápido, y me corrí… me corrí dentro de mi prima… No pensé en lo que pasaría después, pero en aquel momento, ya sabéis que no le podía decir que «no» a nada a aquella mujer. Vi su cara de placer al ver como estaba disfrutando yo.

—¡No pares, primito!… ¡No pares!

Mi pene, a pesar de haberme corrido y vaciado por completo en el interior de la vagina de mi prima, aún seguía erecto y fuerte para el combate. Porque, ¿quién desfallece con aquella pequeña pantera que tenía por prima y amante? Seguí en la terna hasta que ella terminara, como un campeón.

Estuvimos así bastante rato, hasta que ambos terminamos acostados, uno al lado del otro, jadeantes, sudorosos, y felizmente sonrientes.

Agarré una de las delicadas pero atrevidas manos de mi prima…

—Prima Miki…
—¿Sí?
—GRACIAS.

♥♥♥    FIN    ♥♥♥

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Relato de Sexo con mi Tía Miyu
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Esto no es un relato sobre sex dolls, sino un relato erótico de sexo con mi tía. La siguiente experiencia fue Leer artículo

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